lunes, 11 de octubre de 2010

Hey guy, what's up?

Abrió la puerta, salió a la calle, saltó en un charco, cantó en la lluvia, sonrió al cielo y cerró los ojos. Hoy nada podía ir mal. Era su día.
Se sentía una chiquilla con las gotas de agua cayéndole por la cara; Todos saben que la lluvia gusta más a unos que a otros, ¿no? Se sentía una niña con sus botas de agua; Rosa, rojo, crudo... un sinfín de colores mezclados que daban forma a flores preciosas, pero que desentonaban con el ambiente gris del día. Por un momento, volvió a sus seis años, y fue como cuando recuerdas un chiste que te contaron hace meses en mitad de misa, o de una boda, o incluso de un funeral. No pudo evitar reírse. A carcajadas, hasta que la lluvia en el rostro dejó paso a las lágrimas que su risa le hizo resbalar desde los ojos. Se reía porque se vió de pequeña, por esa misma calle, la que llevaba años recorriendo para llegar... a cualquier sitio. Siempre había que pasar por ahí. Se reía porque por un momento, se olvidó de todo. De broncas, de novios, de amigos, de exámenes, de familia... Lo únicó que existía era esa calle. Esos recuerdos. Esa pequeña de quince años que no dejaba de reír, mientras el resto del mundo se escondía tras capuchas, gorros, abrigos, paraguas y soportales.
¿Acaso no lo veían? Era un buen día. ¡Era feliz! ¿Por qué no compartían su risa, su buen humor, su... su día? Le entraban ganas de gritar. De gritar a todo el mundo y... bueno, ¿por qué no hacerlo?
¡EH! Sí tú, ese que va por la calle y se esconde, el que se acurruca en el cuello de la chaqueta o en el fondo de la capucha. Ese que me mira como si estuviese loca. Y tú, la que corre para llegar a casa y que no se le moje la ropa en el tendal, también va para tí. Lo agrio es fácil de saborear, buscar el dulce es un poco más difícil, ¿lo sabías?
¡Sé feliz, imbécil!

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