lunes, 11 de octubre de 2010

Fairytales.

Tienes doce campanadas para convencerme de que soy una princesa, pero antes...
Si me llamas princesa y me hablas de castillos, háblame de Blancanieves, de Cenicienta, de Jazmín o de la Sirenita. Háblame de historias de amor como la de Bella y Bestia, de Rapunzel y su príncipe, de la Bella Durmiente y el príncipe Felipe. Háblame de bailes de fantasía con vestidos, zapatos de cristal y campanadas a las doce. Háblame de hadas madrinas, de reinos bajo el mar o, si quieres, de ratoncitos que te ayudan. Cuéntame cómo salvan a la doncella del dragón, dime cómo es que consiguen que el padre apruebe la unión o... o cómo en esa historia él conseguía hacer un agujero en el agua para conseguir la mano de ella.
Cuéntame el cuento que quieras, pero cuéntame uno que sea feliz. Uno dónde haya princesas de verdad, que no tengan que poner buena cara y que las sonrisas les salgan solas. O sino...
Sino no me llames princesa, porque soy republicana.
De hecho... mejor no digas nada. Todos sabemos que a medianoche el hechizo se rompe y la carroza vuelve a ser calabaza.

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